domingo, julio 22, 2007

NOTA: El síndrome de los 90






















Imagen de un cyberataque protagonizado por un autodenominado Turkish Hacker, en nombre del islam, en febrero de este año



Por fin ha terminado la campaña electoral, e incluso el tiempo de reflexión. Dentro de pocas horas, los electores turcos acudirán a las urnas. Contradiciendo a los agoreros profesionales de lo anti turco, apenas se han producido incidentes reseñables de carácter puramente político. Y sin embargo, en la prensa occidental ha tenido un incómodo protagonismo lo que podríamos denominar "síndrome de los 90", muy presente en los análisis que se hacen todavía hoy de las crisis balcánicas (ahora la de Kosovo). ¿En que consiste ese fenómeno? En la pervivencia de ideas preconcebidas y prejuicios anticuados, en informaciones todavía no contrastadas a pesar del paso de los años, en todo un arsenal de mantras y consignas, en una parafernalia argumental que rebela que su autor se ha quedado detenido en 1993, 1994, 1995... Curiosamente, muchos de esos analistas gozan de gran predicamento entre el gran público, justamente porque ofrecen ideas tópicas que hacen sentir más seguros a sus lectores. Esos mismos autores se agarran con uñas, dientes y lo que sea menester al síndrome porque constituye una verdadera teta de la que seguir chupando durante años y años. Y que nunca llegue día en que la realidad rebele la caducidad de esos planteamientos que sólo son mentiras o medias verdades mil veces repetidas.

¿Qué aspectos de la actualidad turca están lastrados informativamente por el "síndrome de los 90"? He aquí algunos ejemplos:


a) "El Ejército turco puede volver a actuar una y otra vez como en 1960, 1971 ó 1980". Es discutible. Si no lo hizo en 1997 sería por algo. El caso es que se limitaron a dar un "golpe virtual" o "posmoderno", pero no sacaron los tanques a la calle. Por algo sería. Una década más tarde, el Ejército turco podría tener serios problemas si diera un golpe "clásico". Y los altos mandos lo saben. Es evidente que los tendrían a escala internacional, que el régimen que impusieran no contaría con el apoyo de la UE y ni siquiera de los EEUU (aunque, dado el nivel de descomposición que sufre el liderazgo político podría generar "bolsas de vacío" en su capacidad de respuesta que podrían propiciar situaciones inesperadas). Sin embargo, en 2007 los altos mandos han de contar con el sentimiento pro islamista de una parte de su oficialidad y de la tropa. O sencillamente, la posibilidad de que una parte de los cuadros y los reclutas provoquen serios problemas operacionales al no asimilar las consignas ideológias de un golpe. Las fuerzas armadas turcas son de leva: eso le dio fuerza política durante muchos años, pero ahora empieza a ser parte de su debilidad. Así, es muy posible que, dando un golpe, el Ejército, como el escorpión de la fábula, mataría a a su vehículo (la rana) pero moriría con él. ¿Cuál seria sería el grado o la posibilidad de ruptura socio-política interna en las FFAA turcas? No lo sabemos y posiblemente tampoco lo saben los altos mandos. Eso todavía añade más incertidumbre. Pero está claro que andamos por el 2007, los años 90 han quedado atrás.


b) "CHP y MHP pueden formar una coalición y gobernar en minoría". Cierto, es perfectamente posible. Pero sus líderes son conscientes que podría ocurrirles como al Ejército: el escorpión, la rana, ya saben: el riesgo de autodestrucción a medio plazo. La clase política turca no es una gran cosa, pero son gente astuta que conoce el escenario en el que se mueven, y a su pueblo. Como contraste, nuestros analistas parece que se empeñan en no tener en cuenta que el gobierno del AKP ha establecido un precedente en la vida política turca. Organizar un gobierno CHP-MHP con el AKP en la oposición, copando la mayoría del Parlamento podría convertirse en una pesadilla digna del mejor terror y gore para sus protagonistas. En realidad, ese escenario casi sería una bendición para el AKP, que podría retirarse del poder todavía sin mácula, con su prestigio intacto, recobrar fuerzas, y contraatacar forzando unas nuevas elecciones anticipadas, para terminar machacando a los temerarios CHP-MHP. Hemos de tener en cuenta, al hacer este análisis, que el AKP ha terminado representando a fuerzas muy poderosas de la sociedad turca, a todo un amplio sector de la clase media. Por contra, lo que le interesa al CHP y al MHP es la estrategia del hostigamiento, esperar a que el AKP se desgaste, cometa fallos, se corrompa claramente y se sitúe al nivel devaluado del resto de los partidos de la arena turca. Claro que es posible un pacto CHP-MHP, pero no sería como en los noventa, porque estamos en 2007 y el tiempo no pasa en vano, ni siquiera en Turquía.


c) "El viejo problema kurdo sigue sin resolverse". En general, la cuestión kurda es una de las más ancladas en el "síndrome de lo 90". Nuestros analistas y periodistas supuestamente expertos tienden a ofrecernos la vieja y romántica imagen que tienen algunos analistas extranjeros del nacionalismo radical vasco: "desperados", "freedom fighters", "bandoleros". Este tipo de planteamientos esconde otras ideas, más atrevidas pero también más políticamente incorrectas. No es nueva, por ejemplo, la teoría de que sin ETA el País Vasco sería independiente desde hace tiempo. En la era del "poder blando", la acción directa y violenta es ya una antigualla que sólo utilizan movimientos políticos de países socialmente atrasados. Por supuesto que el Kurdistán turco no tiene nada que ver, desde un punto de vista social y económico con el próspero País Vasco. Pero también lo es que el Sudeste turco no es lo que era, que la guerra de 1984-1999 desplazó a decenas de miles de kurdos hacia el oeste de Anatolia, que Diyarbakır no es ya, ni de lejos, la mayor ciudad kurda de Turquía. Pero sobre todo, hoy existe una clase media kurda con poder propio, con planes propios, con una creciente capacidad de marcarse objetivos e irlos cumpliendo. Normalmente, nuestros periodistas hablan de "los kurdos" como una especie de masa nacional sin diferencias políticas, sin estratificación social o sin importantes diferencias políticas. Y todo eso existe: ser kurdo en la Turquía de 2007 ya no es como serlo en la de 1993, 1994... Es cierto que muchos políticos y simples kurdos de a pie hablan todavía con extrema admiración de Apo Öcalan. Pero hemos de considerar por qué lo hacen: ¿Porque es una manera segura de hacerles la puñeta a los turcos, a casi cualquier turco?¿Porque todavía no tienen ningún otro lider de recambio al que admirar y eso encubre un fracaso real?¿O porque, precisamente, interesa disimular que ese ya no es el modelo, sino que hay otro más viable en marcha? Al fin y al cabo, el PKK le resulta muy útil al nacionalismo turco más duro; sin él, la situación política general le sería más favorable al nacionalismo kurdo. Porque hay una clase media kurda, que convive y se entremezcla con las dos de los turcos, la laica y la musulmana; y como ellas, tiene una creciente capacidad de liderazgo y de maniobra política. Pero es difícil de estudiar porque la consigna general es no evidenciarse. Si se sigue pensando en la cuestión kurda como algo inamovible desde 1984, se pierde una perspectiva útil para buscar la normalización y resolver el problema. Sin olvidar que los kurdos son los más firmes partidarios de la entrada de Turquía en la UE. Por lo tanto, más de un "admirador" empeñado en lo contrario, les está haciendo la puñeta.


Ahora la palabra la tienen los turcos, como debe ser. Pero serán los de 2007 los que votarán, no los de hace diez o quince años. Por mucho que nos empeñemos, la realidad es tozuda, incluso para quien escribe estas líneas, que, por supuesto, puede estar equivocado de medio a medio. Pero esa realidad es la que debemos estudiar, sin empeñarnos en trasladar el pasado al presente. Y teniendo en cuenta, en efecto, que muchos turcos también caen en el mismo error. Aún así, Turquía sigue siendo un importantísimo laboratorio social y político; no perdamos la oportunidad de aprender lecciones impagables.


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sábado, julio 21, 2007

Comics y guerras de secesión yugoslavas (2)





Periodistas norteamericanos buscando una exclusiva sonora en Pale, según Joe Sacco, que se autorretrata en el asiento trasero.










Para entender buena parte de los argumentos e incluso iconografías desplegas en los comics referidos a las guerras de secesión yugoslavas, es importante considerar cómo evolucionó la cobertura mediática de los principales conflictos y crisis políticas acaecidas antes, durante y tras la caída del Muro en 1989. El presente post y el que lo continuará están extraidos de la obra de Francisco Veiga, La trampa balcánica, Ed. Grijalbo, Barcelona, 2002 (2ª edición), pags. 419-433



2a - 1989-1995: evolución de la imágenes e iconografía bélicas en los medias. Primera parte

En 1968, la guerra del Vietnam dió un vuelco desfavorable para los norteamericanos cuando las tropas comunistas lanzaron la llamada ofensiva del Têt. Ante el ataque de las fuerzas del Vietcong contra la Embajada norteamericana en Saigón, Walter Cronkite, el respetado y distinguido reportero de la CBS News exclamó ante las cámaras: "¿Qué diablos está pasando? Pensaba que estábamos ganando la guerra?" Hoy se sabe que efectivamente, los norteamericanos estaban venciendo, que lograron rechazar con éxito las tropas comunistas y que desde el punto de vista estratégico la ofensiva del Têt fue un error del alto mando norvietnamita. Pero el impacto de la apreciación negativa que ofrecieron los medios de comunicación norteamericanos, en especial la televisión, hicieron bajar drásticamente la moral de los norteamericanos y prepararon la retirada de sus tropas del escenario bélico. Las célebres imágenes de la ejecución sumaria de un sospechoso llevada a cabo personalmente por el Jefe de la Policía sudvietnamita, tomadas por Eddie Adams en 1968, se convirtieron en bandera de los que consideraban un error la implicación norteamericana en aquella guerra en asociación con las autoridades de Vietnam del Sur, capaces de cometer aquellas atrocidades.


La célebre y trágica fotografía de Eddie Adams sobre la ejecución de un prisionero durante la Ofensiva del Tet, Saigón, 1968


La guerra del Vietnam fue la primera contienda televisada en directo, a lo que ayudaron los nuevos equipos de televisión portátiles que por entonces ya utilizaban los reporteros. Cualquier historiador que intente analizar ese conflicto deberá considerar el papel que tuvieron en él los medios de comunicación audiovisuales. El análisis de las crisis balcánicas de fines del siglo XX requiere el mismo esfuerzo o, como mínimo, no desdeñar el factor televisivo que desde comienzos de los años noventa estaba viviendo un enorme salto adelante tecnológico

La primera señal fueron los acontecimientos de Pekín, en la primavera de 1989. Después de un mes de ocupación multitudinaria de la Plaza de Tiananmen, el Ejército terminó brutalmente con la protesta el 4 de junio, causando numerosas víctimas. Sin embargo, a pesar de los cambios en la cúpula del Partido Comunista y de la represión ejercida por las autoridades, la televisión occidental siguió transmitiendo imágenes. El gobierno chino no podía impedirlo, porque bastaba con un pequeño equipo situado en una terraza para emitir sin necesidad de autorización política ni tan siquiera electricidad. Con sus nuevas capacidades tecnológicas la televisión había adquirido una autonomía total para transmitir en directo y al instante, con eso se convirtió en el medio dominante, tomó el poder.















Potente icono mediático: un estudiante chino detiene una columna de tanques en Pekin, durante los incidentes que rodearon el aplastamiento de la protesta en la Plaza Tiananmen, junio de 1989. Hubiera sido difícil distribuir una escena así desde un país comunsita si no hubiera existido el equipo portátil de transmisión vía satélite.

En pocos meses las cosas fueron rápidamente más allá. En diciembre cayó el Muro de Berlín y empezó la vertiginosa descomposición del bloque comunista. En ese acontecimiento trascendental, la televisión tuvo un papel determinante. A las 18,57 horas del 9 de noviembre de 1989 Günter Schabowski, miembro del buró político del Partido Comunista de la República Democrática Alemana (SED), y jefe del distrito de Berlín, mantenía una conferencia de prensa retransmitida en directo por televisión. Como por casualidad, informalmente, comentó que se habían dado órdenes a las autoridades para la concesión de visados de salida hacia la República Federal de Alemania. Esa especie de despreocupada confidencia ante las cámaras lanzó a la masa contra el Muro, y terminó desbordando a la policía fronteriza.

A continuación, la televisión fue protagonista de primera fila en la caída del Muro de Berlín. También tuvo un papel muy relevante en la "revolución de terciopelo" en Praga, y en la preparación del cambio de régimen en Bulgaria, a finales de octubre. El trepidante otoño del 1989 hizo concebir a los comunicólogos excitantes esperanzas sobre el nuevo papel de los "medias". La televisión vibraba de júbilo con su nuevo poder tecnológico aplicado a acontecimientos de enorme trascendencia. Ya no estaba al servicio de la aburrida guerra de trincheras ideológicas entre los dos bloques, con sus secuelas de acontecimientos previsibles. La guerra fría se estaba descongelando y allí estaban los periodistas con sus nuevas y espectaculares capacidades tecnologías bajo el brazo, no sólo para informar, sino incluso para intervenir en base a la ecuación: "Cámaras que circulan libremente igual a democracia total
".

















El Muro de Berlín, a la mañana siguiente de su caída, 10 de noviembe de 1989. Fue el momento álgido en la creencia de que los medios de comunicación podían liderar la "oleada democratizadora"


En diciembre, cayó Ceauşescu y los Balcanes entraron en escena. Circunstancias diversas hicieron que fuera la primera revolución rodada en directo, y con los estudios de televisión como objetivo central de la lucha. Las imprevisiones de la televisión dictatorial rumana, unidas a la decisiva participación de revolucionarios provistos de cámaras de vídeo domésticas dispuestos a filmarlo todo, acumularon horas de grabaciones. Luego llegaron los equipos de la televisión occidental, y por si faltaba algo, las nuevas autoridades incluso registraron el juicio contra el tirano. Todo aquello fue muy impactante, pero cuando terminaron los disparos, nadie había entendido nada. Los televidentes pudieron comprobar algo que sabe cualquier participante en una revolución: el testimonio en directo, por si mismo, no aclara nada. Dicho en términos de teoría de la comunicación, asistir como telespectador a lo que ocurre no implica necesariamente informarse. Algunos periodistas se tomaron muy mal la experiencia. Michel Castex, director del equipo de periodistas de la Agencia France-Presse encargados de cubrir la revolución rumana, escribió una obra titulada: Una mentira grande como el siglo. Tratando con vitriolo a los rumanos y su revolución, Castex redactó un centenar de páginas destinadas a exorcizar su propia frustración. Lo cierto es que durante mucho tiempo, la prensa francesa se refería al fenómeno rumano como "le dérápage des médias". La expresión era afortunada: la máquina informativa había ido demasiado deprisa y al tomar la curva de la revolución rumana, había derrapado.

Las crisis políticas que siguieron no aclararon nada sobre la nueva lógica del país. Tampoco las noticias que llegaban sobre los disturbios del Cáucaso aportaban mucho alivio. La lucha por la independencia de los nacionalismos bálticos era todavía bastante incierta, y demasiado progresiva. Pero en agosto comenzó la crisis de Kuwait, y un nuevo horizonte se abrió ante las cadenas informativas. Guerra en el desierto, la sombra de un choque petrolífero, el equilibrio ecológico del mundo en peligro, las armas químico-bacteriológicas, la amenaza de un nuevo Vietnam para los norteamericanos. Y todo en directo, con la mejor tecnología informativa disponible. Eso era muy prometedor, pero más todavía las posibilidades maniqueas que presentaba el tema: buenos contra malos; el tirano Saddam contra Occidente, cristianismo contra Islam, sofisticado armamento occidental contra soviético.















Restos de un carro de combate iraquí ante pozos de petróleo ardiendo, Kuwait, febrero de 1991. Esta escena fue reiteradamente fotografiada desde diversas perspectivas. La Guerra del Golfo fue un conflicto que defraudó en su rentabilidad mediática


Todas las esperanzas se hundieron a partir del 17 de enero de 1991, cuando comenzó la Operación Tormenta del Desierto. La censura militar hizo imposible volver a obtener los "directos" de Vietnam. Más de un informador, seco de imágenes, recurrió al truco. Eso se había hecho en todas las guerras desde que existen medios gráficos, y se siguió haciendo en Yugoslavia. Pero en 1991 esas prácticas eran un desdoro intolerable en un contexto informativo que se jactaba de poder transmitir cualquier acontecimiento al segundo, sin trampa ni cartón. Además, no toda la culpa era de la censura militar. En clave de espectáculo las características de la contienda no daban mucho de sí ¿Cómo puede un reportero filmar un arma inteligente en acción? La única posibilidad era aceptar lo que ofrecían los mismos militares, pero pronto esto resultó bien monótono. Y la guerra en el desierto tampoco tenía un buen formato televisivo: enormes espacios en los que se dispersaban hombres y material. Ni siquiera lo que se permitía grabar era demasiado vistoso: un cañón aquí, un tanque allá, una lejana explosión. Nada que diera una justa imagen del gigantismo de la acción. Muchas filmaciones de la Primera Guerra Mundial, en rancio blanco y negro, superaban en espectacularidad a lo recogido en la Guerra del Golfo.

Algún que otro corresponsal radiofónico y televisivo logró transmitir emociones en directo, presentando sus experiencias personales. Lo mismo ocurrió con unos pocos reporteros de prensa escrita quienes, añadiendo a veces una cierta imaginación, intentaron llenar los huecos del fallido espectáculo. Pero en líneas generales, la información "colgó" de unas cámaras televisivas que fueron relegadas del centro de la acción. La frustración que produjo esta contienda entre los medios informativos, aún se palpa de vez en cuando en los espacios de opinión de los periódicos y en interminables análisis que han intentado poner de relieve la existencia de una conspiración mediática supuestamente orquestada por los norteamericanos. Incluso un comentarista filosófico como Baudrillard intentó una sarcástica teorización argumentando que "la Guerra del Golfo no tuvo lugar". Tales obsesiones de los medios de comunicación se pusieron en evidencia de manera esperpéntica en la masiva cobertura audiovisual del desembarco militar norteamericanas en Somalia, en diciembre de 1992.













SEALs norteamericanos desembarcan en Somalia, diciembre de 1992 (Operación "Restore Hope"). Los medios de comunicación occidentales se adelantaron a los soldados y los esperaron tranquilamente en las playas, filmando en directo la operación con focos y flashes

Con todo, la guerra del Golfo contribuyó decisivamente a hacer triunfar un argumento peligroso por lo que tenía de falaz. La idea era la siguiente: el final de la guerra fría había supuesto el triunfo del Bien absoluto sobre el Mal absoluto. Por tanto, de ahora en adelante habría de reinar un nuevo orden internacional que sería expresión de esa victoria. Antes de la Guerra del Golfo muchos intelectuales y pacifistas protestaron contra el recurso a la violencia para solucionar la crisis de Kuwait. La guerra, con sus fulgurantes resultados, acalló todas las protestas. Había triunfado el Bien, lo cual era la demostración aplastante de la bondad inherente al nuevo sistema. En realidad, esa manera de enfocar las cosas provenía de los mecanismos maniqueos que imponen los medios de comunicación audiovisuales. Las noticias deben ser breves, los acontecimientos tienen que ser fáciles de explicar, todo ha de estar meridianamente claro. Luego, cualquier conflicto es una lucha de buenos contra malos. Pronto se vería qué impresionante proporción de intelectuales contestatarios occidentales fueron convertidos a esa lógica por la fuerza de los medios de comunicación. La realidad era, sin embargo, muy otra. En los EEUU, la victoria en el Golfo había sido demasiado fulgurante para terminar con los fantasmas de Vietnam.

Sin embargo, una nueva contienda llegó sin esperar. En junio de ese mismo 1991, estallaron las hostilidades en Yugoslavia, y durante unos meses, imágenes cada vez más estremecedoras fueron llenando las pantallas de los televisores, a la vez que ocupaban columnas de emocionados artículos en los periódicos. Era una guerra de gran impacto. Transcurría en Europa, en un escenario de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, era posible presentarla como una batalla no terminada de ese conflicto: los viejos odios habían renacido como si tal cosa. Por otra parte, calmaba un poco el "morbo" de una Tercera Guerra Mundial que no se había producido, pero que muchos habían pronosticado que podía comenzar justamente ahí, en Yugoslavia. Hasta que comenzaron las hostilidades en Bosnia la guerra se presentó en muchas ocasiones como una lucha entre "serbios comunistas" y "croatas demócratas". Incluso mucho después, Plantu, el popular caricaturista del diario "Le Monde", siguió representando a los milicianos serbios con una estrella roja en la gorra.



















Viñeta de Plantu, publicada en "Le Monde" el 6 de febrero de 1994. Como se puede observar, representa a unos soldados del Ejército de la República Srpska uniformados con un gorro similar al del Ejército Federal yugoslavo (la denominada "Titovska kapa") y la pertinente estrella roja. En realidad, la uniformidad del Ejército serbosonio huía de tales símbolos comunistas como de la peste, utilizando el escudo nacional serbio.


La guerra poseía además un excelente formato televisivo: escenarios naturales abarcables por una cámara, viejas ciudades europeas arrasadas, grupos pequeños de combatientes con uniformes abigarrados, potencialidad bélica limitada, atrocidades en directo, notable libertad informativa. Nada de ello coartaba la perpetuación a gran escala del reportaje "naturalista" ya utilizado en la Guerra del Golfo, plagado de anécdotas, descripciones de ambiente y aventuras gloriosas de los reporteros, que no aclaraban gran cosa sobre el marco general.

Así fue como semana tras semana, se emitió desde los medios de comunicación un interminable parte de guerra en el que se excluían otras noticias de interés para entender los motivos de la lucha. Hubo muy poco análisis de la vida cotidiana en la retaguardia, de las relaciones entre Croacia y Eslovenia, de las opiniones esgrimidas por los partidos políticos, de la marcha de la economía, del punto de vista de los intelectuales, de la vida en retaguardia. La tendencia a la simplificación se acentuó aún más por la abierta elección de un bando que hizo la prensa occidental. El maniqueísmo de la Guerra del Golfo se trasladó a Yugoslavia, y en este caso, croatas y eslovenos fueron los beneficiarios. Fue una elección fácil, muy ayudada por el hecho de que los serbios demostraron una actitud despechada. Como contraste, Zagreb organizó un exquisito sistema de facilidades informativas y relaciones públicas: automóviles con guías y escolta, terminales informáticos o resúmenes de prensa eran puestos a la disposición de los periodistas extranjeros. Incluso manufacturaron cigarrillos marca "Reporter" como regalo para los informadores extranjeros.
















Una mariposa se posa sobre la ceja de un pintoresco soldado serbio de Bosnia, que también exhibe un piercing y corte de pelo a la moda. Konjić, agosto de 1992; fotografía de Kamenko Pajić. Las guerras de secesión yugoslava poseían un formato mediático muy rico, que fue exprimido concienzudamente por los periodistas, generando una extensa iconografía, con gran impacto entre el público


De hecho, la propaganda serbia denunció escandalizada que los croatas habían contratado una agencia de relaciones públicas norteamericana, Ruder Finn Global Public Affairs, de Washington, para modificar la imagen del conflicto, dato que las obras anti-serbias no mencionan; los proserbios, por contra, callaban que Belgrado había recurrido a la agencia británica Saatchi & Saatchi, sin obtener resultados positivos. En realidad, no era la primera contienda en que un bando recurría a tales operaciones de imagen. Durante la guerra civil de Nigeria, entre 1967 y 1970, el bando biafreño recurrió a la agencia Markpress de Ginebra para que les organizase las campañas de propaganda. Al principio se jugó la carta religiosa: los biafreños eran cristianos víctimas de los musulmanes. Pero el hecho de que entre esos atacantes hubiera también muchos cristianos, obligó a cambiar de táctica, y Markpress se centró en la imagen del "genocidio por inanición", lo que provocó una importante respuesta humanitaria a favor de los biafreños. Años después, durante la Guerra del Golfo, los kuwaitíes en el exilio contrataron a la agencia Hill and Knowlton. En este caso, la utilización de una adolescente kuwaití de quince años para comparecer ante el Congreso norteamericano como testigo de las brutalidades iraquíes terminó mal cuando se descubrió que en realidad era la hija del embajador de Kuwait ante la ONU, y que no había estado en su país desde hacía varios años. Este tipo de ejemplos terminaron por devenir clásicos en las facultades de periodismo. En la guerra de Croacia, la labor de Ruder Finn se centró en difundir informaciones exclusivas a favor de sus clientes y en organizar algunas campañas de imagen. La eficacia de esta labor se completó con el hecho de que buena parte de la información recibida en Occidente pasó a través de Viena y Budapest, capitales abiertamente favorables a los croatas. Los errores políticos de los serbios y la brutalidad de las milicias y el Ejército federal hicieron lo demás. Los bombardeos de Dubrovnik y Vukovar eran acciones de una fuerza desmesurada que hablaban por sí mismos, convenientemente reforzados por propaganda croata, que los explotó todo lo que pudo en un sentido victimista.

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miércoles, julio 18, 2007

NOTA: El órdago de Erdoğan





Caricatura procedente de un blog turco hace algunos meses. La bombilla es el símbolo electoral del AKP













El artículo que sigue a continuación es una pequeña pieza de precisión periodística. Fue elaborado por la Agencia EFE en Ankara y publicado por "La Vanguardia", en edición digital, el pasado 17 de julio. La crónica concentra una notable cantidad de información en un breve espacio. Y más especialmente: analiza con precisión el efecto social del órdago del primer ministro Erdoğan y lo remata con el comentario de un taxista, profesional que en algunos países del Sudeste europeo está considerado como una privilegiada fuente de información. La anécdota es una radiografía de las capacidades políticas de cada candidato principal a estas alturas de la campaña: el estilo vociferante y tabernario de Bahçeli, el populismo desinflado de Baykal [nadie puede creer seriamente que lograra cruzar ni siquiera el Bósforo, ni aún arrastrado por un "vapur"]; y la despectiva autoconfianza de Erdoğan, que lo dice todo muy claramente: si pierde será contra sí mismo, no contra unos adversarios de talla más que insuficiente. No hay mayor desprecio que no hacer aprecio, dice el refrán.


A continuación, el autor del despacho de EFE avanza las causas posibles del asesinato del independiente Seyranlioğlu, sin caer en amarillismos, y recurriendo a una interesante pista de raíz social. En cierta forma, si la víctima era un mafioso acribillado por sus acreedores, la clarificación del incidente debería ser un alivio para el ultraderechista MHP. Porque si la extrema derecha turca vuelve a sacar las pistolas como hace treinta años, perderá miles de votos por cada bala disparada. La transición española no fue tan modélica como suponían los que intentaron vender la idea urbi et orbi, pero aún así dejó claras algunas conclusiones. Y una de ellas es que la extrema derecha nostálgica tiene muy pocas probabilidades cuando el electorado aprecia claramente que su único objetivo es crear problemas y jugar a la "política de cuanto peor posible, mejor". Sobre todo, si con ello le chafa negocios a algunos de sus patrocinadores.





Erdoğan da un discurso en medio del calor, julio de 2007











Erdogan asegura que dimitirá si no logra tener mayoría absoluta

El primer ministro turco insta a sus oponentes a adoptar idéntico compromiso Las encuestas aseguran que el AKP, al que pertenece el jefe del Ejecutivo de Ankara, obtendrá un 40 % de los sufragios El asesinato a tiros de un candidato independiente empaña la campaña

17/07/2007 Actualizada a las 19:24h

Ankara. (EFE).- El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, centró hoy toda la atención de la campaña electoral para los comicios del próximo domingo al anunciar que abandonará la política en caso de que su partido (AKP) no consiga mayoría absoluta en el nuevo Parlamento. "Si no conseguimos acceder al poder sin ayuda de otro partido, dejaré la política", proclamó el líder del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado) en un mitin en la provincia suroccidental de Isparta.

Según la cadena de televisión NTV, Erdogan invitó a hacer lo propio a sus rivales políticos, el líder del Partido Republicano del Pueblo (laico) (CHP), Deniz Baykal, y el del Partido de Acción Nacionalista (MHP), Devlet Bahçeli, ya que ambos aseguran que accederán al poder tras las elecciones.

Bahçeli respondió a las declaraciones de Erdogan asegurando que el primer ministro "está en la senda final de su carrera política", y le acusó además de atentar contra la unidad de Turquía.

De todas formas, Erdogan no ha sido el primero en adjudicarse un castigo en caso de no conseguir su objetivo electoral. Baykal aseguró en unas declaraciones recientes al diario 'Sabah' que nadaría "hasta [la isla griega] Rodas" en caso de perder en las urnas, aunque sin aclarar lo que entiende por "perder".

Y es que las encuestas aseguran que su partido quedará segundo, con el 21 por ciento de los votos, a una gran distancia del AKP, con 40 por ciento de los sufragios. Su única posibilidad de acceder al gobierno pasa por un pacto con los ultranacionalistas del MHP en caso de que el AKP no consiga la mayoría absoluta.

Erdogan, en cambio, sí que detalló lo que considera una derrota en los comicios del próximo domingo. "Mi partido se considerará exitoso si obtiene un voto más que en los pasados comicios de 2002 y se considerará fracasado si obtenemos un solo voto menos", dijo en un programa televisivo anoche.

En las elecciones de 2002, el AKP obtuvo el 34,4 por ciento de los votos, lo que le supuso conseguir 360 escaños de los 550 del Parlamento, puesto que sólo un partido más, el CHP, logró sobrepasar la barrera electoral del 10 por ciento a nivel nacional.

Con su osado anuncio, Erdogan se convirtió en el centro de debates de los ciudadanos de Turquía, un país donde muchos valoran este tipo de actos de valentía o atrevimiento político. "Esto está acabado: el ganador de las elecciones es ahora obvio. Ninguno de los otros [Baykal o Bahçeli] puede seguir su jugada", afirmó un taxista de la capital.

Asesinado un candidato independiente

La campaña electoral turca se ha visto también empañada con el asesinato a tiros del candidato independiente Tuncay Seyranlioglu anoche en Estambul. Seyranlioglu, propietario de un salón de bodas, de una empresa de construcción y de un periódico local, recibió varios disparos tras haber salido de un programa de televisión, pasada la medianoche, mientras viajaba en un vehículo todoterreno.

Además, fueron heridas otras cinco personas por varios proyectiles disparados desde un vehículo que se dio a la fuga. Hasta el momento, la policía ha detenido a 10 personas aunque no ha dado más datos sobre la investigación.

La agencia privada "Dogan" publicó hoy que Seyranoglu, de quien no se conocen relaciones con ningún partido político, había sido previamente acusado de fraudes económicos y que supuestamente debía dinero a los sospechosos del asesinato.

Los diputados del Parlamento turco gozan de una fuerte inmunidad incluso para delitos anteriores a su elección, por lo que algunos ciudadanos acusados de fraude o corrupción intentan concurrir a las elecciones para conseguir esa protección. La mayoría de partidos políticos han prometido durante la campaña electoral que revisarán la ley sobre inmunidad parlamentaria para impedir abusos.

Unos 42,5 millones de turcos, de una población de 71 millones, están llamados a las urnas el próximo domingo en unas elecciones legislativas adelantadas unos meses a causa de las tensiones provocadas por la fallida elección del presidente de la República. Catorce partidos y 700 de candidatos independientes competirán por los 550 escaños de Parlamento.

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martes, julio 17, 2007

NOTA: La pista del parquet






Gráficas sobre evolución de valores en el IMKB-100, correspondientes al pasado 16 de julio













Más pistas sobre la posible deriva política de Turquía en los próximos meses. Dado que en el país se viene sucediendo una verdadera "tormenta de encuestas" preelectorales con los resultados más peregrinos, tiene su interés la siguiente nota informativa de Reuters, especialmente significativa si tenemos en cuenta que hasta hace poco la letal volatilidad de la bolsa turca (índice IMKB-100) era más bien la norma. Muchas veces los corrillos financieros suelen estar bien informados sobre la evolución política de los países; pero en este caso, además, analistas internacionales de gran peso vienen recomendando la inversión en Turquía.



Sala de operaciones de la Bolsa de valores de Estambul









Reuters - América Latina


Acciones emergentes ceden de máximos, clima favorable en Turquía



Lunes 16 de Julio, 2007 7:23 GMT

Por Carolyn Cohn

LONDRES (Reuters) - Las acciones emergentes bajaban el lunes desde sus récord históricos, mientras que los valores de Turquía oscilaban apenas debajo de los máximos recientes al continuar la confianza de los inversores en el país antes de las elecciones parlamentarias del fin de semana.

Los activos de los mercados emergentes han estado mostrando una resistencia relativa ante los temores sobre el mercado de hipotecas de baja calificación de Estados Unidos, que la semana pasada habían afectado a los valores de crédito más riesgosos.

El viernes, el índice de acciones emergentes globales de Morgan Stanley había tocado un nuevo récord, alimentado por los niveles máximos que alcanzaron las acciones en Estados Unidos. Pero el lunes, este indicador de acciones emergentes cedía 0,4 por ciento.

En el mercado de deuda emergente, los diferenciales de los rendimientos sobre los de los títulos comparables del Tesoro estadounidense bajaban 1 punto básico a 168 puntos base, de acuerdo con el Indice Plus de Bonos de Mercados Emergentes de JP Morgan (EMBI+).

La semana pasada, los diferenciales, una medida de la aversión al riesgo, habían subido como consecuencia de los temores por el mercado hipotecario de baja calificación de Estados Unidos, pero desde entonces se han recuperado parcialmente.

En Turquía, el 22 de julio habrá elecciones generales y los sondeos de opinión muestran que el Partido AK, de raíz islamista y orientación pro-mercado, ganará la mayor cantidad de votos.

El primer ministro turco Tayyip Erdogan dijo el domingo en una marcha en Estambul que su partido ganará más del 40 por ciento de los votos en las elecciones generales de la semana próxima, suficientes como para formar un gobierno.

El viernes, las acciones turcas tocaron un nuevo récord y la moneda se elevó a su mayor nivel en más de dos años, en parte debido a la suposición de que el AK continuaría en el poder pero no tendría suficientes parlamentarios como para cambiar la constitución.Los inversores temen que si se produjera un cambio constitucional, eso podría desatar una crisis política

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lunes, julio 16, 2007

NOTA: El grifo turco

















Noticias de última hora: Ankara firma un acuerdo con Teherán para transportar gas a Europa. La noticia genera varias reflexiones. La primera y más obvia, sobre la marcha de las negociaciones entre Turquía y la UE en los próximos meses. La segunda, sobre la viabilidad o no de una intervención militar turca en el Norte de Irak. En esta segunda cuestión intervinen a su vez dos consideraciones: a) que según uno de los mapas y en la misma web del proyecto Nabucco, éste también podría desarrollar un empalme hacia el Norte de Irak. b) que la posible evacuación de las tropas norteamericanas en Irak (o al menos, una parte sustancial de las mismas) se realizaría por el norte, es decir, a través de Turquía.


Para terminar, obsérvese que el trazado de Nabucco concluye en Austria, país ferozmente contrario al ingreso de Turquía en la UE y tradicional aliado de Croacia.


Se recomiendan también los artículos de Andrés Mourenza sobre esta misma cuestión, publicados en su blog y agrupados en la entrada del 16 de julio, que además incorporán un interesante link hacia un análisis de Lale Sarıibrahimoğlu publicado en "Zaman".
















Terra-España, 15.07.2007





Turquía e Irán firmaron un acuerdo para suministrar gas a Europa, informó hoy el ministro de Energía turco, Hilmi Güler.



'Hemos firmado una carta de intenciones con Irán para transportar gas a Turquía vía Irán, y de aquí a Europa a través de Turquía', explicó Güler, según la agencia Anadolu.

El acuerdo incluye la participación de Turquía en la explotación del campo gasístico iraní South Pars (en el Golfo Pérsico) y el transporte de gas procedente de Turkmenistán a través de suelo iraní para conectar con el gasoducto Nabucco, un proyecto multinacional europeo que pretende reducir la dependencia energética de Rusia.

Los prensa local calificó este acuerdo de 'respuesta' al pacto ruso con Bulgaria para la construcción del oleoducto 'South Stream', que transportará directamente desde Rusia gas suministrado por Kazajistán y Turkmenistán, evitando la competencia de Turquía.

Turquía desea jugar con la Unión Europea su carta de alternativa al gas ruso, tal y como proclamó hoy el ministro Güler, para quien Turquía 'se convertirá en el puente de la energía para Europa'.

Desde el pasado enero, Irán, Turquía y la compañía energética austríaca OMV habían buscado un acuerdo para conseguir suministrar 31.000 millones de metros cúbicos de gas anuales desde Irán y Asia Central al gasoducto Nabucco.

Sin embargo, EEUU se ha opuesto a este plan pues insiste en la necesidad de respetar el embargo energético a Irán a raíz de la crisis sobre el enriquecimiento de uranio por parte de Teherán.

El proyecto Nabucco prevé la construcción de 3.300 kilómetros de tuberías a partir de 2008, que comenzaría a funcionar en 2011 con la aportación a Europa de más de 25.500 metros cúbicos de gas anuales.

En el consorcio del proyecto Nabucco están presentes la compañía austríaca OMV, la húngara Mol, la búlgara Bulgargaz, la rumana Transgaz y la turca Botas.

Terra Actualidad - EFE

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domingo, julio 15, 2007

Cartas cruzadas


















Cubierta del libro de Ergün Sav: Atatürk ve İki Büyük Türk Düşünürü: Namık Kemal - Ziya Gökalp (Bilgi Yayınevi, 2001): "Atatürk y dos grandes pensadores turcos: Namık Kemal y Ziya Gökalp". El primero fue uno de los intelectuales más influyentes del movimiento Jóvenes Otomanos, que entre otras cosas, logró justificar la democracia parlamentaria a partir del Corán. Gökalp es el padre del moderno nacionalismo turco y varias iniciativas sociales progresistas



A continuación se publican en este blog dos cartas al director, de reciente aparición. La primera está firmada por el señor Yilmaz İnal İnal, residente en Pozuelo de Alarcón, Madrid. La segunda, publicada en base al derecho de réplica, es de Francisco Veiga, Barcelona. Los nombres aclaratorios entre corchetes son del autor de este post

"El País", 9 de julio, 2007- Cartas al Director

Fundamentalismo laico

Decía monsieur [Raymon] Aaron en los años sesenta, en una larde de empathie raro en él, que los turcos y los judíos éramos dos pueblos no comprendidos. No sé de los judíos, pero yo, después de vivir medio siglo en Occidente, y de leer y escuchar todo lo que se ha dicho sobre Turquía y los turcos, empiezo a darla la razón

Estoy en parte de acuerdo con las opiniones de la señora Muñoz y de los señores Elorza y Vega [¿Veiga?], pero me gustaría insistir en la dimensión histórica de ese fundamentalismo laico. No voy a remontarme hasta el hombre enfermo de Europa (mire por dónde, ya en el siglo XIX se consideraba Europa al Imperio otomano); en los años cincuenta, los intelectuales se quejaban de que las reformas kemalistas -como gustan de llamarlas los franceses- habían sido demasiado rápidas y radicales. Aquí hay que hablar de las tan traídas urgencias históricas: después de siglos de oscurantismo debido a la arabización de la lengua turca y el integrismo islámico -causas principales para nosotros del hundimiento del imperio-, había que hacer una cirugía radical (lo cual explica también la reacción epidérmica de los militares e intelectuales hacia todo lo islámico). Es comprensible que esas reformas no fueran asimiladas enteramente por el pueblo. Éste aceptaba todo loque venía de Atatürk, dado su extraordinario carisma -cada vez que Atatürk encontraba resistencia en Ankara a algunas de sus reformas decía "entonces voy al pueblo"-


Al morir Atatürk se acabó el hechizo. Cuando, en el año 50, se celebraron las primeras elecciones pasablemente democráticas, sopló entre los jóvenes turcos un aire fresco de esperanza y oprimismo, pero por la misma ventana entró también el verde, color tradicional del islam que en Turquía consideramos el color del integrismo. Y el pueblo llano, generalmente analfabeto, empezó a murmurar: "Hemos perdido a nuestro Dios, hemos perdido nuestra fe". El resto ya lo conocen.


Ahora se suele presentar el problema como un concurso de europeísmo: ¿quién lo es más, quién lo es menos? Por lo menos en teoría, no debe haber incompatibilidad entre ser musulmán y anhelar Europa (lo hicimos desde 1923...)


Felicito al señor Vega [¿Veiga?] por su entusiasmo. (¡Ojalá pudiese compartirlo!)




Firmado: Yilmaz İnal İnal. Pozuelo de Alarcón. Madrid



El libro del profesor Hasan Kayalı, Arabs and Young Turks. Ottomanism, Arabism and Islamism in the Ottoman Empire, 1908-1918 (University of California Press, 1997) es una obra magistral, que analiza con gran rigor los intentos llevados a cabo por el Comité de Unión y Progreso para buscar un equilibrio entre la creación de un estado crecientemente laico, el manejo del islamismo y el importante componente árabe, en el último periodo dle Imperio otomano









"El País", 14 de julio, 2007 - Cartas al Director



La tradición laica turca

Lleva razón el señor Yilmaz İnal en su carta (Fundamentalismo laico, 9 de julio, 2007) cuando insiste en que existe una dimensión histórica turca del laicismo, pero empieza a ser tiempo de recordar que es anterior a Kemal Atatürk. Si insistimos en la idea de que la modernidad y la tradición laica arrancan en Turquía de 1923, haremos depender todo ello de la genialidad de una sola persona, arrinconando la tradición de todo un pueblo. La gran pregunta es: ¿Hubiera podido Atatürk hacer lo que hizo en otra sociedad musulmana? La respuesta es, posiblemente, un no rotundo. Y eso es así porque la tradición laica de la Turquía republicana también se erige sobre las ideas de Ziya Gökalp, iniciativas que habían puesto en marcha los Jóvenes Turcos, ideas políticas de los Jóvenes Otomanos, el hecho de que el Imperio otomano tuvo el primer parlamento de un país musulmán (1877), la obra legislativa y educativa de las Tanzimat y muchos otros ejemplos posibles. Ese trasfondo ayuda a explicar también que en los últimos años la economía turca haya empezado a funcionar realmente bien, y que el país se haya convertido en la única potencia emergente y socialmente musulmana.


Es debido a ello, y no a la caridad o al optimismo exagerado, que Bruselas le dio un voto de confianza para el ingreso en la UE. Es evidente que esto puede malograrse y esperemos que no vuelvan a repetirse meteduras de pata como, por ejemplo, la de Süleyman Demirel en 1980. Por lo demás, todos los países hemos atravesado por periodos en que se nos define como “diferentes” e “incomprendidos” (recordemos el “Spain is different” en la España franquista). Pero esas ideas no suelen ser muy positivas, porque tienden a justificar comportamientos políticos arbitrarios.


Francisco Veiga. Barcelona

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miércoles, julio 11, 2007

Srebrenica, una pequeña localidad de la Ruanda global


















La célebre foto satélite que, por primera vez, parecía indicar el emplazamiento de una fosa común en Srebrenica, julio de 1995




En este blog se ha escrito en varias ocasiones en relación a la tragedia de Srebrenica y también sobre su manipulación por parte de medios de comunicación y opciones políticas varias en diversos países. El lector sólo tiene que pulsar sobre ese nombre en la lista de etiquetas que incorpora este post, para acceder a tales ejemplos. A fuerza de recurrir una y otra vez a la tragedia, de publicar los mismos datos, de hacer las mismas alegaciones, de mantener en pie los mismos olvidos, Srebrenica se está desgastando. Esto quiere decir que lleva camino de convertirse en un concepto vacío, un recuerdo cada vez más abstracto, por alejado de su contexto, de lo que significó, de quién tuvo la culpa por activa pero también por pasiva, de quién calla y por qué. Una vez más, cada vez más, los locutors y presenrtadopres volveran a trastabillar y equivocarse en los nombres de lugares y personas: pronunciarán "Srebrenika" o mencionarán al general "Maldic". Por el momento, Srebrenica, la Srebrenica de la prensa, es más un producto político que un acontecimiento histórico entendido y explicado.

Este año, como otros, la prensa volverá a derramar sus lágrimas por Srebrenica (a veces, de cocodrilo), una vez más pondrá a la misma altura a los cascos azules holandeses y a los soldados serbobosnios, evitará hacer ni la más breve referencia al papel de Naser Orić y por supuesto, nadie escribirá ni media línea sobre la caída del enclave de Žepa, que siguió en pocos días al de Srebrenica. Se volverá a hablar del general Mladić y de Karadžić, quizás incluso de Milošević, con el ya eterno debate sobre si sabía o no lo que iba a ocurrir aquellos en fatídicos días de julio de 1995. Nadie se preguntará si lo mismo ocurría en el Pentágono o la Casa Blanca.




















Localización de zonas de genocidio en Ruanda por foto satélite de cambios en vegetación, colina de Bisesero. Los círculos verdes señalan áreas probables, la roja es confirmada




Pero uno de los aspectos más escandaloso de lo acaecido en Srebrenica tuvo que ver con lo ocurrido un año y medio antes, 16 meses, para ser exactos. A tan sólo ese breve espacio de tiempo había tenido lugar uno de las tres o cuatro peores genocidios del siglo XX. Pero los mismos medios de comunicación que tantas volteretas dieron por Srebrenica, lo metieron debajo de la alfombra. Madeleine Albright, que tanto se esforzó para dar publicidad a lo que había ocurrido en Srebrenica (fue uno de los primeros policy makers en obtener beneficios políticos de la tragedia) fue la misma persona, el mismo cargo (embajadora de los Estados Unidos ante la ONU) que se esforzó por retirar las tropas de los cascos azules de Ruanda cuando empezó el genocidio. Eso se aprobó el 21 de abril de 1994 en el Consejo de Seguridad: sólo quedaron en Ruanda 250 soldados, incapaces de hacer nada para evitar la matanza. Los únicos que sobre el terreno reclamaron enseguida el regreso de los cascos azules fueron los embajadores de Checoslovaquia, Nueva Zelanda y España.

Y fue la misma Madeleine Albright la que, ya en mayo, luchó con uñas y dientes para retrasar todo lo posible el envío de un nuevo contingente cuando ya se contaban en decenas de miles los hombres, mujeres y niños asesinados. Ante tanta parsimonia, ocho estados africanos se ofrecieron a formar una fuerza de pacificación, pero con la condición de que los Estados Unidos aportaran algunos medios blindados. Washington aceptó, pero decidió adquirir el material a las Naciones Unidas –no a los estados africanos intervinientes- a fin de enjugar sus cuantiosas deudas con la organización. Entonces siguió un interminable regateo. Cuando concluyó, resultó que no había aviones de transporte disponibles para llevar los vehículos hasta Ruanda. Mientras tanto, a mediados de junio aún llegaban armas francesas para el gobierno hutu, al tiempo que la ONU daba luz verde a la equívoca Operación Turquesa. Esa intervención unilateral francesa permitió, según un experto en la materia, que la matanza se prolongara todavía durante un mes más y que al final, los responsables políticos del genocidio se refugiaran en Zaire, junto con numerosos seguidores bien pertrechados de armas.



Medeleine Albright, una de las personalidades más controvertidas de la última década del siglo XX: su actuación en Bosnia y Kosovo fue totalmente opuesta a la que desarrolló en Ruanda





Todo esto ocurría en la primavera de 1994, cuando los medios de prensa occidentales estaban obsesionados por la guerra de Bosnia. Fallaron estrepitosamente en Ruanda: no sólo no evitaron lo que sucedió, informando con detalle de lo que ocurría, analizando lo que se preparaba, sino que ni siquiera supieron lo que estaba ocurriendo. Y todo ello ocurría a sólo un lustro de la caída del Muro, cuando se popularizó la boutade: "Cámaras que circulan libremente igual a democracia total". Una frase que comenzaba por ser irreal en los mismos países occidentales, cuna de la democracia liberal parlamentaria. En Ruanda, sólo operaron tres grandes agencias, dos de ellas francesas: AFP y RFI, y su país de origen estaba profundamente comprometido con el régimen radical hutu. La tercera agencia presente, la mayor parte del tiempo, fue BBC. Pero durante los meses del genocidio sólo trabajaron sobre el terreno un puñado de periodistas occidentales, porque de hecho, extrajeron del país a sus reporteros nada más comenzar el genocidio y sólo retornaron cuando estaba concluyendo. Los que salieron del país con material gráfico de las primeras masacres apenas lograron vender ni una foto en Europa. Tal fue el caso, por ejemplo, de Patrick Robert, de Sygma Corbys Agency. Por otra parte, aunque ni los interahamwe y civiles colaboracionistas no se escondían para cometer sus crímenes, sólo existe una breve filmación, realizada por el cámara británico Nick Hughes en abril de 1994.

El tratamiento informativo de lo que ocurría fue erróneamente enfocado o simplemente equivocado. Así, las matanzas se presentaron como una continuación de las que comenzaron en 1959, es decir, algo “propio” o “natural” de los odios interétnicos ruandeses, explosiones de furia incontrolada o matanzas derivadas de cualquier guerra civil, especialmente en África. Pero sobre todo, el catastrófico fallo profesional de los media occidentales fue su obsesión con la guerra de Bosnia que se desarrollaba paralelamente por aquellas fechas. Ruanda no interesaba, no vendía como noticia, no cubría gastos; Bosnia, si.



















Una de las muy escasas fotografías existentes de víctimas del genocio ruandés, tomada por el mayor Stevn Stec de la UNAMIR, en la parroquia de Gikondo, Kigali. Era en los primeros momentos de la matanza. Aquí, close up de niños asesinados


Un detallado estudio sobre la responsabilidad de los medios de comunicación en el genocidio ruandés especifica que en todo el año 1994, “Le Monde” publicó 1.655 artículos sobre Bosnia y sólo 576 sobre Ruanda, y eso teniendo en cuenta que Francia era una potencia directamente implicada en lo que ocurría allí. Aún así, ese medio millar de piezas estaban dedicadas a temas como la evacuación de los colonos europeos y la epidemia de cólera en los campos de refugiados hutus en Zaire (junio-julio). En torno a un 60% de esos artículos eran piezas cortas, apenas despachos de agencia y no estaban firmados por reporteros o analistas de “Le Monde”. Y todo ello, a despecho de que, desde una fecha tan temprana como el 25 de mayo, el Comité de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos definió lo que estaba ocurriendo en Ruanda con el término preciso de “genocidio”.
















Otra fotografía de la misma serie, que se puede encontrar en la web de la investigadora Linda Melvern


Más allá de Bosnia, los temas que acaparaban la atención de las grandes agencias de prensa fueron el proceso contra O. J. Simpson en los Estados Unidos, la muerte del piloto de fórmula 1 Ayrton Senna (1º de mayo, en el Grand Premio de San Marino) y las primeras elecciones multirraciales en Sudáfrica, que celebraban el definitivo final del apartheid. En 1990, el gobierno del Partido Nacional, el de la superioridad de la elite blanca, había levantado la prohibición existente sobre el Congreso Nacional Africano, fundado en 1932 para defender los derechos de la mayoría negra. Tras esa larga marcha de luchas, huelgas y protestas, Nelson Mandela, su mítico líder, fue puesto en libertad en ese mismo año de 1990, tras 27 de reclusión. Cuatro años más tarde, mientras tenían lugar las masacres de Ruanda, el Congreso Nacional Africano ganó las elecciones por abrumadora mayoría, y Nelson Mandela, convertido en Premio Nobel de la Paz en 1993, se convirtió en el primer presidente negro de la República de Sudáfrica. Ésta si era una noticia relativa al continente negro apreciada por los grandes medios de comunicación occidentales porque parecía reflejar, sin género de dudas, el nuevo imperio de la democracia, el triunfo del Bien sobre el Mal y del “nuevo orden” tras el final de la Guerra Fría.

Por lo tanto, el desinterés de las agencias de noticias occidentales por el genocidio ruandés estuvo muy directamente relacionado con los escándalos que las grandes potencias deseaban ocultar. El jefe del contingente militar de la ONU en Ruanda (UNAMIR), el general canadiense
Roméo Dallaire, envió en enero de 1994 un fax urgente al Departamento de Operaciones de Pacificación de la ONU, en el que solicitaba protección para un valioso confidente que le estaba suministrando detalles sobre cómo se desarrollaría el genocidio y diversas acciones de provocación contra soldados de las fuerzas internacionales. En Nueva York se hizo caso omiso de las revelaciones de Dallaire, y dado que estaba en marcha la aplicación de los acuerdos de Arusha, se le recomendaba advertir al presidente Habyarimana sobre una situación dado que debía suponerse “que no tenía conocimiento de tales actividades”.



El general canadiende Roméo Dellaire, comandante en jefe de la misión UNAMIR cuando comenzaba el genocidio. Fue aclamado como un héroe, al contrario de su compatriota y colega Lewis MacKenzie, al que se le montó una campaña difamatoria en Bosnia









La cuestión es que belgas, alemanes, británicos y norteamericanos tenían una red de agentes suficientemente informados sobre lo que iba a ocurrir. Los franceses tuvieron un protagonismo siniestro. Su implicación en la defensa del régimen dictatorial ruandés fue profunda, hasta el punto de saltarse los acuerdos de 1975, firmados por ambos países, que prohibían la participación de tropas de ese país europeo en cualquier contienda civil ruandesa o en operaciones policiales. De hecho, Paris envió enormes cargamentos de armas –incluso durante las matanzas de 1994, y hasta el 16 y 18 de junio- instructores, controladores de tráfico aéreo u oficiales de inteligencia que interrogaban a los prisioneros del FPR. También llegaban arsenales desde Egipto y Sudáfrica.

Por supuesto, el genocidio estaba preparado desde hacía tiempo. Incluso se habían importado miles de machetes, comprados en China, para distribuirlos entre la población por si faltaban. El plan consistió en llevar a cabo las primeras acciones mediante los escuadrones de la muerte y paramilitares, las denominadas milicias interahamwe, que daban ejemplo e incluso aleccionaban a la población civil. Pero después, el grueso del esfuerzo genocida fue dejado en manos de los campesinos y población civil hutu en general. Alcaldes, concejales, burgomaestres y autoridades locales dieron la orden y coordinaron las matanzas en cada aldea o comarca, de forma muy general. Después, los campesinos armados formaron grupos espontáneamente que eran liderados por alguno vecino. No existió un método bien elaborado; en palabras de un campesino participante en las matanzas: “La única forma era seguir hasta el final, conservar un ritmo satisfactorio, que no se escapase nadie y poder saquear todo lo que encontráramos. Era imposible meter la pata”. De esa forma, y por ejemplo, según calculó el periodista francés Jean Hatzfeld, que entrevistó a diversos participantes en el genocidio, entre el lunes 11 de abril a las once de la mañana y el sábado 14 de mayo a las dos de la tarde, milicianos y vecinos hutus de la comuna de Nyamata asesinaron a machetazos a unos 50.000 tutsis de una población total de 59.000, en jornadas que iban de las nueve y media de la mañana a las seis de la tarde (Una temporada de machetes, 2003).


Característico machete ruandés, utilizado comúnmente para labores agrícolas. Fue el arma principal con el que se cometió uno de los genocidios más eficaces de la Historia. Fotografía de Rudy Brueggemann, 1997



El trabajo de matar a machetazos resultaba arduo, pero las autoridades insistieron en que todos los vecinos debían participar cotidianamente en las masacres; caso contrario, eran multados. Los que no podían, por limitaciones físicas o enfermedad, debían pagar a otros para que lo hicieran por ellos. Incluso se dio el caso de colectas para pagar a milicianos interahamwe a fin de que terminaran con la tarea de liquidación en algunas zonas determinadas. La implicación de la práctica totalidad de la población masculina en el genocidio obedecía al hecho de que éste se estaba llevando en una sociedad campesina: no había falta llevar a cabo la compleja tarea de identificar a las víctimas y concentrarlas para liquidarlas después. En el campo ruandés, los hutus mataron a los vecinos que conocían de toda la vida y fueron a buscarlos a sus escondites, en regiones que no tenían secretos para ellos.

De todas formas, no fue sólo cosa de campesinos; en el genocidio tomaron parte personalmente profesores, autoridades locales, médicos e incluso sacerdotes. Lo que buscaban los organizadores de las matanzas era conseguir la complicidad total de la masa de la población, que nadie se desentendiera de la masacre. Además, era el único medio de alcanzar una “solución final”, dado que ni el ejército ni las fuerzas de seguridad ni las milicias hutus disponían de medios sofisticados para llevar a cabo el genocidio. Las matanzas siguieron el ritmo sistemático de los cultivos de temporada. Y el resultado fue devastador. Como argumenta Jean Hatzfeld, tuvo un rendimiento superior al genocidio judío y gitano, pues se logró asesinar a 800.000 víctimas en doce semanas. En pleno año 1942, el régimen nazi no consiguió alcanzar tal eficacia en víctimas por día, ni en el territorio de Alemania ni en el de los 15 países ocupados.
















Puesto de control en Kigali. Paramilitares hutus armados con machetes. En estos checkpoints se cometieron numerosos asesinatos. como se puede constatar, no todos los genocidas fueron campesinos: incluso gente bienestante empuñó el machete o armas similares y se lanzó a la masacre


Todo eso ocurrió a poco más de un año antes de Srebrenica. Pero por entonces no se le dedicó demasiada atención. Y mucha menos después. Tanto es así que escogí el aniversario de la tragedia de Srebrenica para recordar el genocidio de Ruanda. A pesar de que los muertos no fueron europeos, ni blancos, ni musulmanes. Eran católicos, tanto ellos como los verdugos. Y miles de ellos murieron en iglesias donde buscaban refugio. A eso precisamente hace alusión el título de uno de los libros más célebres sobre el genocidio, el del periodista del “New Yorker”, Philip Gourevitch: Queremos informarle de que mañana seremos asesinados junto con nuestras familias, (Destino, 1999). Así comenzaba la carta que cuatro pastores adventistas enviaron al presidente de la iglesia de Mugonero, el también pastor adventista Elizaphan Ntakirutimana, acusado de inducir (o al menos consentir) en al asesinato de varios miles de tutsis que se habían refugiado en el templo y el hospital, el 16 de abril de 1994. Se habla de 8.000 personas asesinadas, pero poco importa el número exacto que, en todo caso, es una centésima parte de las víctimas totales.

Tras la tragedia de Srebrenica se volvió a escuchar muchas veces el “Nunca más” que se popularizó tras el Holocausto judío. En 1993, un año antes de la tragedia de Ruanda, se había inaugurado el Museo del Holocausto en Washington. En la ceremonia, el presidente Clinton lo describió como “una inversión en un futuro seguro contra cualquier locura que pueda acecharnos”. En la tienda del museo, a un dólar, se pueden comprar pins con la inscripción: “Recuerda” o “Nunca más”. Y sin embargo, tan sólo un año después tuvo lugar el genocidio en Ruanda. Para cuando sucedió lo de Srebrenica, ya nadie se acordaba del cercano e inmenso precedente. Si Theodor Adorno dijo que después de Auschwitz ya no se podían escribir poemas, entonces, tras de las matanzas de Ruanda, no deberíamos volver a ver telediarios. Porque el hecho es que ese genocidio demostró que cabe esperar cualquier cosa una vez más, que los gobiernos pueden ser hoy tan cómplices de la aberración como lo fueron en otras ocasiones en la reciente historia y que, sobre todo, los medios de comunicación no son los testigos que nos defenderán, no son los mensajeros que nos advertirán; incluso puede ocurrir que George Orwell tuviera demasiada razón, y las hemerotecas ni siquiera guarden memoria de sus propios errores.



Mapa de Ruanda en el que están señalados los lugares donde se produjeron las principales matanzas en los 100 días que duró el genodicio


Una temporada de machetes, por Jean Hatzfeld (Anagrama, Barcelona, 2004)

(Fragmento, pags. 114-118)

“Las personas que han pasado por una guerra cuentan con frecuencia historias admirables de amistad, idilios increíbles, gestos insólitos de solidaridad, graciosas y patéticas complicidades entre protagonistas de campos enemigos o hazañas hermosas y sencillas. Y con todo eso se hacen novelas, canciones, películas o veladas de recuerdos que lo reconcilian a uno con la humanidad.

Por ejemplo, los soldados rasos alemanes y franceses que intercambian latas de pâté y charlan de trinchera a trinchera; los colonizados independentistas que esconden a los colonos con los que jugaban a las cartas; un ministro del régimen de Vichy que libra de la deportación a un colega por una antigua complicidad cuando estudiaban juntos en la Escuela Normal. Lo mismo sucedió en Vietnam, en Irlanda, en elLíbano, en Angola, en El Salvador, en Israel, en Chechenia en nombre de una pasión, de una infancia compartida, de un clan, de cosas sencillas tales como el afecto o la fidelidad.

En Bosnia-Hercegovina, en el momento cumbre de las operaciones de limpieza étnica, en pleno sitio de Sarajevo o de Goražde, en plenas carnicerías de Foča y de Brčko, sabíamos de enamorados que cambiaban de zona clandestinamente, de tráfico de café y de ovejas, de charlas por encima de las líneas del frente para contarse noticias de los hijos o de las amantes, de escondrijos, de huidas y de reencuentros secretos. En Vukovar, sitiado y bajo una lluvia de de obuses, un delgado sendero entre los maizales facilitaba un goteo de sitiados, circunstancia que los servidores de los carros de combate serbios no ignoraban.

Y al final de la guerra, nos quedamos pasmados cuando nos enteramos, además, de las mil y una anécdotas simpáticas que no podíamos ni sospechar.

En la comuna de Nyamata [Ruanda] no se dio ni una chispa de camaradería entre futbolistas, ni un detalle compasivo con los recién nacidos tirados. No persistió ni un nexo de amistad o de amor en el seno de algún coro de iglesia, de alguna cooperativa agrícola. Nadie se rebeló en ninguna aldea, ninguna pandilla de adolescentes hizo un intento.

Ninguna organización clandestina para facilitar la huida, que habría sido tan fácil organizar por los cuarenta kilómetros de gigantescas selvas desiertas que separan los pantanos de la frontera con Burundi; ningún convoy, ninguna evasión organizada por caminos de pastores, ninguna red de escondrijos que permitiera evacuar a los supervivientes. ¿Reside en esto la peculiaridad de un genocidio? Sí en esencia, sin que lo desvirtúen las excepciones demasiado escasas que pueden darse acá o allá.

Hay que insistir en esta peculiaridad, importante hoy en día: mientras que la palabra genocidio tiene cada vez menos sentido, los políticos, los periodistas y los diplomáticos al emplean a más y mejor en cuanto se refieren a matanzas en masa o crueles.

De todas las guerras nacen tentaciones salvajes más o menos mortíferas. El delirio sanguinario de los combatientes, el deseo de venganza, el desvalimiento, el miedo, la impresión de abandono, la euforia de las victorias o la angustia de las derrotas, la paranoia y, ante todo, la sensación de condena posterior al crimen traen consigo conductas y actos genocidas.

Es decir, el hecho de estar harto o el pánico o el deseo de acabar de una vez. Y, en consecuencia, surgen carnicerías de civiles o de prisioneros, campañas de violaciones y torturas, deportaciones letales, devastación por los cuatro costados. Pueden también darse acciones no militares: vertidos de pesticidas en los ríos, rebaños de bisontes diezmados, conversiones forzadas a religiones y culturas ajenas.

Pero confundir estos crímenes de guerra –incluso cuando, en su demencia colectiva, pretenden domeñar a una comunidad civil- con un proyecto explícito y organizado de exterminio es una confusión intelectual y política sintomática de nuestra cultura del sensacionalismo.

¿No es ésta diferenciación mera cháchara retórica?¿Es posible percatarse de un genocidio dentro del caos de una guerra? Hay una pregunta sencilla y definitiva que permite responder a ello: ¿en qué víctimas se ceba más la muerte?

En la guerra, los primeros en morir son los hombres, puestos que son los más aptos para el combate; luego, las mujeres que están en condiciones de ayudarlos; y los muchachos, porque toman el relevo; a continuación, los ancianos, que aportan consejos. En un genocidio, la muerte se ceba por igual en todos, y aún más en los niños pequeños, en las muchachas y en las mujeres, porque representan el futuro.

Un ejemplo tomado de Srebrenica (que conozco mejor) aunque podría también ser de Katyn, Grozny, My Lai, Basora o Chatila.

El 11 de julio de 1995, el ejército y las milicias serbias de Bosnia entran en la ciudad sitiada. Parte de la población intenta huir por los bosques; otra, intenta refugiarse en el campo de la ONU en Potocari. En el plazo de tres días, apresan por la zona alrededor de 8.000 hombres, civiles en su mayoría, llenan camiones con ellos, los arrojan en los campos de labranza y en los caminos y los asesinan con metralletas o con Kaláshnikov. Humillan y torturan sádicamente a cientos de ellos antes de matarlos. A algunas mujeres, a las que detienen por los caminos, las violan; a otras, que cruzan por los campos de cultivo con sus hijos, las matan o las mutilan con minas o granadas.

Simultáneamente, evacúan sanos y salvos a la casi totalidad de las mujeres, muchachas y niños, alrededor de 16.000 personas, a Tuzla, en territorio bosnio. La matanza de Srebrenica obedeció a una planificación inaudita. La idea del genocidio cruzó por las mentes de los nacionalistas serbios de Pale y Belgrado; pero, si hubieran decidido llevarlo a cabo, habrían ametrallado de forma sistemática a las mujeres y a los niños, que perpetúan la vida de su comunidad, en Foča, en abril de 1992 y, luego, en Srebrenica, en julio de 1995.

Dicho lo cual, ¿no es acaso ocioso establecer diferencias entre matanzas cuando son de tal envergadura?¿No es acaso imprudente ponerles calificativos a episodios de una historia siempre en marcha? ¿No es acaso inconmensurable el dolor de las víctimas?¿No es acaso tan cruel la barbarie de Srebrenica o de Grozny como la de Nyamata? Lo es para quienes la vivieron. A nosotros nos angustia más la de Nyamata porque fue absoluta.

“Hay guerra cuando unas autoridades quieren derrocar a otras autoridades para ocupar su lugar y disfrutar de él. Un genocidio es una etnia que quiere enterrar a otra etnia. El genocidio va más allá de la guerra porque la intención dura para siempre, incluso aunque el intento fracase. Es una intención final”, dice la campesina Christine Nyiransabimana. Llama la atención esa referencia a la solución final”


El libro de Jean Hatzfeld se basa en una serie de largas y prolijas entrevistas a diez campesinos hutus que participaron activamente en las masacres de tutsis cometidas en la provincia de Nyamata, en 1994: Joseph-Désiré, Léopord, Élie, Fulgence, Pio, Alphonse, Jean-Baptiste, Ignace, Pancrace y Adalbert. Al final de la obra, casi todos aceptaron posar en una foto colectiva, "para que lector pudiera poner cara a los relatos", según el autor.

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sábado, julio 07, 2007

Comics y guerras de secesión yugoslavas (1)




















Una célebre viñeta de Sacco: el bombardeo del mercado de Sarajevo, procedente de su obra: El final de la guerra (2005)



Hace unos meses, mi amigo Antoni Guiral, editor y experto en teoría del comic, me invitó a impartir una clase en el curso: "Comics en guerra: reflejo y manipulación de los conflictos bélicos contemporáneos en la historieta”, uno de los 48 que componían la oferta de verano de la Universitat de Barcelona durante el presente mes de julio. Mi intervención, que tuvo lugar el pasado jueves, día 5, versaba sobre los autores que se había centrado en las guerras de la ex Yugoslavia.

Debo decir que acepté el encargo porque la idea me resultó divertida. Por otra parte, ya había prologado anteriormente dos libros de comics de Joe Sacco; y además, Antoni Guiralt me ofreció toda su ayuda, algo que cumplió sobradamente y que fue decisivo, porque mi conocimiento del mundo de la historieta gráfica es la de cualquier aficionado ocasional. Por lo tanto, se ofrece aquí un resumen de las conclusiones e ideas vertidas en esa clase.

El primer objetivo, al que Guiral y yo dedicamos varias semanas, fue identificar qué autores y libros de comics debíamos localizar y escoger. Al final de ese proceso nos quedamos con los trabajos del belga Hermann, el esloveno Tomaž Lavrič, el norteamericano Joe Sacco y el serbio Aleksandar Zograf. En cambio, descartamos obras que sólo se referían tangencialmente a las guerras de la ex Yugoslavia, a veces con fines oportunistas, a fin de aprovecgar el tirón emocional que provocaron aquellos conflictos entre el público occidental. Ese tipo de trabajos abordaban planteamientos simbólicos, reales o falsos, pero poco claros; o bien se centraban en digresiones moralizantes sobre el “intervencionismo humanitario”, tan de moda a lo largo de los años noventa del siglo pasado. En éste apartado entraban, sobre todo: Grendel Tales: Guerra de clanes, de los croatas Darko Macan y Edvin Biuković (publicado en castellano por Planeta De Agostini), así como el volumen: Como perros! de Max (Eds. La Cúpula, 1995). Ambos son trabajos muy meritorios, cada uno en su estilo, pero no se centraban en la dinámica concreta de los conflictos en la ex Yugoslavia.


En Grendel Tales, los guerreros de estética medio ninja y clanes con nombres extraidos de la topografía croata (Agramitas, Savas...) combatían en interminables guerras tribales del futuro, pero tales argumentos no explicaban lo que había ocurrido en las guerras de la ex Yugoslavia entre 1991 y 2001. En la viñeta, un pastor ante las ruinas de la catedral de Zagreb








Hecha la selección, vino el trabajo de interpretación. El análisis de los comics puede resultar complejo, puesto que deben tomarse en consideración elementos de todo tipo: gráficos, narrativos, y simbólicos; juntos y por separado, dado que el comic los integra en un todo orgánico. Después de darle muchas vueltas, surgieron dos parámetros. En el primero se desarrollaban aquellos conceptos esenciales que pueden encontrarse en las obras de todos o casi todos los autores. De alguna forma, se trataba de descubrir cuál era el perfil común de las guerras de secesión yugoslavas a ojos de los diversos autores de comics que se habían centrado en ellas. A continuación, el segundo parámetro articulaba el análisis de todos los autores a partir de un patrón cronológico, es decir, el orden de aparición de sus trabajos, lo que en parte coincidía con el desarrollo de los diversos conflictos.



1.- El perfil común

En primer lugar, queda bastante claro que los comics no han relatado las guerras de la ex Yugoslavia desde un bando determinado, a diferencia de las preferencias habituales de la historieta clásica centrada en ambos conflictos mundiales, guerra de Corea (e incluso Vietnam) o contienda civil española. En Bosnia o Kosovo no hay lugar para el “bando justo”, parecen decirnos los autores. En último término, el civil que se ve obligado a tomar las armas para defender su ciudad o sufre la violencia de la agresión militar es lo más parecido al héroe. Pero aún así, ese personaje anodino suele aparecer retratado como antihéroe por antonomasia. O incluso como pura víctima. Los ciudadanos de Sarajevo, Gorazde o Pančevo son gente común y corriente que intenta defenderse, a sí mismo y a los suyos o, simplemente, sobrevive como puede.

Los autores tampoco glorifican a los “cascos azules” de las Naciones Unidas como fuerzas de intermediación, ni incluso a las tropas de la OTAN. El tratamiento que reciben suele ser abiertamente sarcástico y hasta despectivo. Llegados a este punto, debe recordarse que actualmente los comics son un reflejo del discurso de los medios de comunicación de masas (especialmente la televisión), el cine y, recientemente, los videojuegos (aunque aquí también existe una clara interacción). Por lo tanto, esa imagen de inutilidad que tienen los “cascos azules” en Bosnia la podemos encontrar fielmente retratada en films como el célebre: “En tierra de nadie” (Danis Tanović, 2000).






















La obra del belga Hermann (Sarajevo - Tango) contenía una corrosiva crítica a las Naciones Unidas y sus tropas. En la viñeta, los cascos azules lucen un remate alegórico a los célebre "pitufos" (smurfs, schtroumpfs) del también belga Peyo. Además llevan anteojeras y las ametralaldoras de los vehículos son, en realidad, trompetas. Unos periodistas entrevistan al polémico general canadiense Mackenzie



Así, no es de extrañar que todos los autores terminen reservándole a la prensa un lugar destacado en sus historietas: a veces central, casi siempre positivo y hasta glorioso en ocasiones. El superventas de Arturo Pérez-Reverte, Territorio comanche (1994), una de las obras cumbre de la literatura popular a mediados de los 90, refleja a la perfección esta imagen. El periodista es presentado como alter ego positivo del combatiente, pero con los mismos rasgos épicos: un tipo cansado, desengañado de su profesión y del mundo en general, mal pagado y hasta marginado, que sin embargo sigue adelante por un difuso sentido del deber y el deseo de transmitir la verdad. En cualquier caso, los autores de comics se centran en el reportero de guerra más o menos eficaz o esforzado. Pero le ahorran el tratamiento que se le dedica a los demás protagonistas y evitan historias de reportajes fraudulentos, grandes figuras del “periodismo de hotel” y otras manifestaciones poco honorables de la profesión que también tuvieron excelente ejemplos en las guerras de la ex Yugoslavia.

Visto de una forma sencilla, una de las razones para convertir a la prensa en protagonista central (el bando que lo es sin serlo realmente) reside en que por entonces se le consideraba la “correa de transmisión” que denunciaba públicamente la sinrazón de unas guerras cuyas causas no estaban nada claras, la esforzada heroína que intentaba sacar a la luz la inoperancia de unos y los abusos de los otros. Dado que ni siquiera una visión muy ingenua puede aspirar a que sea creíble tal planteamiento a escala corporativa –los medios de comunicación son, en último término, empresas con intereses propios que se traducen en cifras de pérdidas y ganancias- los autores de comics (y los cineastas, o literatos) se centraron en la figura humana del periodista, adornándola con los atributos del “bad-good boy” de la literatura de serie negra.

Pero existe también una explicación de mucho mayor alcance, que será expuesta en detalle en el próximo post de esta serie.

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