viernes, mayo 23, 2008

El Festival del Eurocontrol (3)


Cartelera de "Živi i mrtvi” (“Vivos y Muertos”) de Kristijan Milić (2007): un film de reciente estreno, que revela una vez más los fantasmas del pasado que laten en la sociedad croata. La historia describe un paralelismo generacional perfecto sobre un fondo de crímenes de guerra cometidos contra musulmanes bosnios en 1943 y 1993: late ahí la "magia de las efemérides simétricas"








Hace más de un mes, la sección cartas a director publicó una protesta del Embajador de Croacia, Filip Vučak, en protesta por un artículo, casi un breve, del enviado especial de “El País”, Ricardo M. de Rituerto sobre la Cumbre de la OTAN en Bucarest (publicado el 3 de abril) titulado: “Croacia, una buena imagen basada en la amnesia de los crímenes de guerra”. Por principio estoy en contra de este tipo cartas firmadas por diplomáticos que muchos periódicos se creen obligados a publicar (o que a veces bloquean, según les convenga) y que, de entrada, suelen ser un ejercicio más bien decepcionante y de escaso provecho incluso para la imagen del país que representa el diplomático.

¿Se imaginan a todo un Embajador de los Estados Unidos de América enviando cada dos por tres sentidas misivas de protesta a las secciones de cartas al director de los diversos rotativos de la prensa española? No suele ser norma; tampoco es habitual que lo hagan los representantes de potencias como Alemania, Gran Bretaña, Francia, incluso Italia. Casi siempre suele tratarse de embajadores de pequeños países europeos (los de países africanos o asiáticos no suelen tener mucho éxito con nuestra prensa) con diplomacias aquejadas de marcados síndromes nacionalistas y aparatosos problemas con su pasado histórico, que se ven compelidas a enviar cartas expresando sus más rotundo rechazo al titular de un artículo que a casi todo el mundo se le pasó desapercibido; a la intervención de tal o cual marrullero tertuliano, de harto conocidas posiciones parciales en política internacional; a las afirmaciones de cuatro opinadores aficionados en un perdido chat; o a no sé qué mapa que puede ser interpretado así o asá.

Por lo tanto, el diplomático de turno actúa para matar a cañonazos a la molesta hormiga; y avalando su firma con la expresa mención de su cargo y rango, nos endilga una purita pieza de propaganda política al servicio de su gobierno. La calidad de la pieza suele ser más que deficiente, entre otras cosas, porque la extensión que los periódicos conceden a las cartas al director es forzosamente limitado; pero además el diplomático todavía se autolimita más al ocupar con vehemencia y simples tautologías ese exiguo espacio que, en principio, debería ir destinado a datos.

Veamos un ejemplo práctico en la carta que remitió en su día el Embajador Vučak

“Quisiera recordarle que en 1991 Croacia sufrió una agresión que fue reconocida por las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Durante la mencionada agresión contra Croacia, más de 15.000 ciudadanos perdieron la vida. Un tercio del territorio croata estuvo ocupado durante cuatro años, territorio que fue liberado por nuestras propias fuerzas, con muchas víctimas y sacrificios y a pesar de la desaprobación de la comunidad internacional. Después de finalizar la guerra, hemos reconstruido muy pronto nuestro país destruido, invirtiendo enormes esfuerzos. Hemos construido una democracia sólida y hemos creado las precondiciones políticas y económicas que nos posibilitarán la pronta adhesión a la Unión Europea. (....”





Una seguidora del cantante Marko Perkovic Thompson, convenientemente ataviada con la parafernalia neo ustacha habitual entre el público del afamado cantante croata. La fotografía corresponde a un concierto celebrado en el verano de 2007. Las poses neofascistas vuelven a estar de moda en una parte de Europa, lo cual aporta un marco adecuado a las afirmaciones negacionistas de todo tipo










Acierta Ricardo M. de Rituerto con el argumento de su breve pieza, porque la carta de respuesta es un verdadero condensado de olvidos voluntarios.

Quisiera recordarle que en 1991 Croacia sufrió una agresión que fue reconocida por las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU”.

Un componente esencial de esa supuesta agresión fue la revuelta de una parte de la ciudadanía de la República de Croacia que, en 1991, no deseaba formar parte de esa entidad recién autoproclamada, mecanismo que, por cierto, había legimitado simultáneamente la secesión de los nacionalistas croatas con respecto a Yugoslavia. Tras los primeros enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad croatas y los alzados, las Naciones Unidas crearon las UNPA´S (United Nation Protection Areas) o zonas de seguridad e interposición, que cuatro años más tarde fueron arrasadas por las tropas croatas en la Operación Tormenta. La memoria periodística con respecto a lo ocurrido en Bosnia con las Safe Areas de la ONU y la pusilanimidad de los “cascos azules” holandeses en Srebrenica, desaparece como por ensalmo cuando se trata de recordar que en 1995, las fuerzas croatas tomaron prisioneras a fuerzas de las Naciones Unidas destacadas en las UNPA´s, e incluso algunos fueron prácticamente ejecutados (especialmente los del contingente danés).

Durante la mencionada agresión contra Croacia, más de 15.000 ciudadanos perdieron la vida.”

a) ¿Qué proporción de los 15.000 ciudadanos eran croatas de Croacia y cuántos de ellos eran ciudadanos serbios de Croacia?

b) ¿Desde cuánto las pérdidas en una guerra se pueden utilizar para justificar la justicia de la propia causa?¿Es cierto o no lo es que morir por una idea no la hace más justa? Por este camino, las pérdidas sufridas por la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, justificarían la causa del Tercer Reich

“Un tercio del territorio croata estuvo ocupado durante cuatro años, territorio que fue liberado por nuestras propias fuerzas, con muchas víctimas y sacrificios y a pesar de la desaprobación de la comunidad internacional”

Territorio “ocupado” quizá no sea la expresión más adecuada para referirse a una parte de la República de Croacia en el cual una proporción de la ciudadanía, perteneciente a una minoría nacional, decidió optar por la secesión. La Ofensiva Tormenta del Ejército croata logró “liberar” ese territorio en agosto de 1995, es decir, expulsar a más de 200.000 ciudadanos de la minoría serbia de Croacia en menos de 48 horas. Fue la limpieza étnica más completa, brutal y contundente de todas las guerras de la ex Yugoslavia. Reivindicar tal acción como una “liberación” equivaldría a que el Embajador serbio en Madrid se lamentara en la prensa de que las fuerzas serbias no hubiera podido llevar a cabo la expulsión de la población albanesa de Kosovo en 1999. ¿Quién hubiera osado publicar una carta así? Que las grandes potencias nos hagan tragar sus dobles raseros es una cosa; que los protagonistas, metidos hasta el cuello en el asunto, hagan lo propio, ya resulta más cargante.

Debe recordarse también que la “autoliberación” de Croacia se llevó a cabo gracias a los intensivos planes de instrucción y rearme de las fuerzas croatas, operados por norteamericanos y alemanes a lo largo de 1994-1995, junto con la generosa cesión de datos sensibles sobre las posiciones del adversario.
















El general Ante Gotovina con altos mandos y consejeros norteamericanos en Fort Irwin, uno de los centros de entrenamiento más afamados del Ejército norteamericano. Eran los días en que los mandos croatas recibían instrucción activa para lanzar la Operación Tormenta

Por lo tanto, un parte de la comunidad internacional “aprobó” el esfuerzo militar croata y sus consecuencias humanas, vaya que si lo hizo. Otra porción no pasó por ahí, lo cual no es de extrañar, ante los excesos cometidos por las tropas coatas contra la población civil serbia de su mismo país. Pero, qué casualidad: el mismo día (10 de agosto de 1995) en que el Consejo de Seguridad de la ONU lanzaba la primera condena contra los abusos croatas en la Krajina, la emisaria del presidente Clinton ante las Naciones Unidas, Madeleine Albright, contraatacaba en ese mismo foro denunciando por primera vez las matanzas cometidos por los serbios en Srebrenica en base a las fotografías de supuestas fosas comunes tomadas por aviones espía norteamericanos. El tímido debate sobre los pecados croatas se desvió a una vía muerta.

“Después de finalizar la guerra, hemos reconstruido muy pronto nuestro país destruido, invirtiendo enormes esfuerzos. Hemos construido una democracia sólida y hemos creado las precondiciones políticas y económicas que nos posibilitarán la pronta adhesión a la Unión Europea. (....”

Nuevamente, parece que las pérdidas y destrozos justifican los errores y abusos cometidos. Pero ni una mención al juicio de Ante Gotovina en La Haya y las reacciones que concita en Croacia. Eso es un síntoma, pero también lo es la carta del embajador, y por eso se ha traido a este blog. Etendámonos: el embajador Vučak se ha limitado a hacer su trabajo, y en todo caso lo que se cuestiona aquí es esa estrategia de enviar cartas a la prensa, que marcan el estilo de determinadas diplomacias. Lo que se resalta en este post es que hasta hace no mucho tiempo, ningún periódico de centro se hubiera atrevido a publicar una carta como la del embajador Vučak. Pero estamos en 2008, y las cosas están cambiando. Quizás en Occidente y en la misma Croacia (sobre todo allí) muchos piensan que tras el impulso dado a la candidatura croata laten entusiasmos y simpatías mitteleuropeas, un reconocimiento “natural” de la valía especial de la nación croata. Quizás eso fue así años atrás y ese sentimiento incluso se perpetuó hasta el año 2005, cuando Croacia fue admitida como candidata oficial, junto con Turquía, a través de las presiones austriacas. Pero ahora, el empujón que se le está dando a la candidatura croata a la UE está en sintonía más con la Realpolitik comunitaria, que con simpatías concretas y particulares, y está en relación directa con la diplomacia soft power comunitaria, y con determinados objetivos a los que se hacía alusión en el
último post dedicado a este asunto del Festival del Eurocontrol (17 de marzo, 2008).















La carretera de Eslavonia por la que escaparon decenas de miles de refugiados serbios de Croacia en agosto de 2005, completándose la "liberación" del país. Nada queda de aquello, nada ha sucedido.

El primero de los objetivos del espaldarazo dado a Croacia en estos últimos meses (con momento culminante durante la cumbre de la OTAN en Bucarest) ha sido, paradójicamente, ayudar a recomponer el puzzle balcánico tras el reconocimiento, por diversos países de la UE, de la autoproclamada independencia de Kosovo. Más precisamente, se ha buscado apaciguar las iras serbias haciendo ver a Belgrado, palpablemente, que Bruselas tiene palabra; que muchas cosas todavía son posibles si así lo quieren quienes mandan en la Unión Europea. Ahí tienen el “milagro croata”: entrando con vaselina en la comunidad europea, mientras en La Haya está teniendo lugar el juicio contra Ante Gotovina, un suceso que según y cómo lo trataran los medios de comunicación occidentales hubiera podido ser un escándalo de tomo y lomo. Pero no sucede nada de eso. Ante Gotovina saldrá como un torero, por la puerta grande, ya lo verán; nada será desvelado, los secretos inconfesables seguirán bajo la alfombra; Croacia dará esa imagen que desea transmitir el embajador Vučak en su carta-consigna.

¿De verdad que los serbios no tienen ni un poquito de envidia, ni unos celitos de los croatas? Alter ego unos de los otros, responsables ambos, juntos o enfrentados, de la gobernabilidad y coherencia de la desaparecida Yugoslavia (los demás, con perdón, siempre fueron piezas accesorias en la arquitectura del estado sudeslavo), toquen los serbios euroescépticos las llagas con sus propias manos ¿Creen ahora que los contenciosos contra Karadžić u Mladić no pueden pasar a un seguro, tercer o cuarto plano, si así lo desean los occidentales?¿Se dan cuenta de cómo los croatas pueden mantener su orgullo nacional a pesar de sus pecados, una vez que estos dejan de existir y por lo tanto nunca tuvieron lugar? La llave de lo que importa o no, reside hoy en Bruselas, donde se construye una nueva Europa en la cual los viejos mitos nacionales pueden darse vuelta, como un guante, en virtud de una calculada política de comunicación. “Ceci n´est pas une pipe: les crimes yougoslaves n´ont pas eu lieu". Kosovo no tiene importancia, Gotovina es un héroe, nadie recuerda quién fue Mladić, la Serbia europea es otra dimensión posible.

El resultado, a la vista está. Una vez más, desde Europa, hemos logrado adaptar la realidad a los titulares de la prensa. Las elecciones serbias de este mismo mes han sido un nuevo reférendum sobre una cuestión tan absolutamente artificiosa como la europeidad o no de Serbia. Y una vez más, muchos serbios han pasado por el aro. No todos, pero sí los suficientes como para que la opción que encabeza Tadić (que no es tan “ultraeuropeísta” como nos explican los titulares al uso) no se haya hundido después de lo ocurrido con Kosovo. En realidad, se ha logrado mantener la normalidad en Serbia, lo de siempre: el Partido Democrático en primera posición, con una mayoría relativa; los radicales en su eterno segundo lugar, anclados a su estrato habitual de votos, que ni la escandalera en torno a Kosovo ha logrado hinchar lo suficiente –entre otras razones, porque no son ya el ogro antieuropeísta que nos explica nuestra robotizada prensa. Y luego, detrás, el tocado partido de Kostunica; y los socialistas, que se van erigiendo en partido bisagra, algo que Bruselas está dispuesta a apoyar. Ya se habla de abrirles las puertas de la Internacional Socialista.















Boris Tadić de visita en un acuartealmiento del Ejército serbio. Aunque las credenciales democráticas del estadista no pueden ser puestas en duda, el estereotipo de su imagen puesto en circulación por Occidente, olvida voluntariamente que Tadić no ha renunciado a revisar el contencioso de Kosovo

Claro que no ha cambiado nada, claro que todo está como siempre. Como debe estar. El mensaje ha sido muy claro: vote usted "por Europa" y todo seguirá igual. De hecho, gracias a ese sufragio contribuirá usted a que sigan ahí los radicales, y Kostunica, y tutti quanti. Porque de eso se trata en realidad, de asegurar el sillón a todos los que figuran en la foto del poder desde hace ocho años.

Triunfa el Festival del Eurocontrol. Todo está atado y bien atado, ¿o qué se creían? Por lo tanto, este sábado relájense y disfruten. España no tiene por qué hacer un ridículo excesivo con su “Chiki Chiki”, estamos todos en otra dimensión. Tomarse en serio Eurovisión es un anacronismo, pero por otra parte, se puede establecer un cierto paralelismo entre Eurovisión y lo que puede parecer la imagen popular de la política exterior comunitaria. En realidad es un potente modelo “soft power”; aunque parezca edulcorada cual tonadilla europop, aunque suene como “Abba”. Al fin y al cabo los suecos aquellos fueron incluso demasiado rentables para su propio país; y el “Chiki Chiki” va por los quince millones de euros de beneficios. Europa está tomando las riendas, el Eurocontrol existe: hay cosas buenas, otras no tanto, pero en conjunto el espectáculo abigarrado y sorprendente está garantizado. Y si le apetece, no se corte: vote usted (si puede) por el "Chiki Chiki": es la mejor garantía de que Eurovisión seguirá viva; el año pasado, en este país, nadie daba un céntimo por el festival. "
Perrea, perrea..."

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